A pesar de todo, tenemos que seguir apostando por la UE

El pasado día 3 de julio se ha celebrado una Conferencia sobre empleo juvenil en la que participaron los Ministros de Empleo de la UE y representantes de las Instituciones Europeas, con el objetivo de poner en marcha las medidas para impulsar el empleo entre los jóvenes europeos, cuyas líneas maestras se acordaron en el Consejo Europeo celebrado los días 27 y 28 de junio.

 En esta Conferencia, a la que asistió el Presidente del Gobierno de España, se adoptó una declaración final denominada “Acciones para Impulsar el Empleo Juvenil en los Estados miembro”, cuyas líneas maestras hacen referencia a:

 – La mejora de las cualificaciones, competencias y experiencias de los jóvenes para hacer más fácil el acceso al mercado laboral, sugiriéndose la posibilidad de usar los fondos de la iniciativa de empleo juvenil y el Fondo Social Europeo para subvenciones temporales que reduzcan las cotizaciones sociales de los empleadores, de modo que se incentive la contratación.

 – La necesidad de dotar de fondos económicos a estas iniciativas, ya se habló de seis mil millones de euros con motivo de la celebración del Consejo Europeo del mes de junio, se pretende potenciar a través de la medida que hace referencia a la posibilidad de que este dinero pueda ser empleado en los dos primeros años del marco 2014-2020 y que podría incrementarse hasta los ocho mil millones merced a la autorización de los mecanismos de flexibilidad previstos en el acuerdo político logrado entre el Consejo y el Parlamento Europeo.

 – El Banco Europeo de Inversiones apoyaría la iniciativa con una aportación de dieciocho mil millones de euros, no tratándose tanto de un nuevo programa, sino de la aplicación del denominado “cualificaciones y empleo-invertir en juventud”, igualmente acordado en el Consejo del mes de junio.

 – En cuarto lugar, se pretenderá que los fondos estructurales y de inversión no usados puedan igualmente destinarse a la lucha contra el desempleo juvenil.

Las iniciativas surgidas del Consejo Europeo de junio y de la Conferencia de julio, permitirán poner a disposición de los estados miembro un total de unos veinticuatro mil millones de euros, de los que España, en una primera partida, recibirá cerca de dos mil. Sin embargo estas medidas que, en todo caso, hay que calificarlas de oportunas y necesarias, no van a estar disponible de forma inmediata dada la complejidad de los mecanismos y de la toma de decisiones que nuestra UE tiene que soportar todavía debido a su imperfección política.

 ¿Puede suponer esto una nueva frustración y alentar los argumentos de los euroescépticos?. Es cierto que en la UE no todo avanza con la necesidad y las urgencias de la situación de crisis por la que estamos atravesando, sin embargo no sería justo ni razonable a la hora de hacer una valoración global de la utilidad o no de estar en este club de naciones sino conocemos algunos datos que creemos son de interés.

 Por ejemplo, en materia de renta per cápita, el PIB de España ha crecido desde 1986 un 2,7% de media, cifra superior a la mayor parte de los países europeos, lo que ha supuesto, en términos de renta per cápita un interesante proceso de convergencia con la media europea. Así, nuestra renta ha pasado de representar un 72% en 1986, a un 94% en 2007, aunque luego, en 2012, ha caído al 89%.

 La entrada en el euro nos obligó a adoptar medidas importantes tendentes a la reducción de la inflación. En 1986 nuestros precios aumentaron un 8,8%, mientras que en el 2009 alcanzamos el 2,3% y en 2012 el 2,4, frente al 2,6 de la media europea.

 Esta estabilidad de precios nos ha permitido alcanzar un importante objetivo cual es el ir eliminando y limitando las pérdidas de competitividad de España frente al resto de países de la Unión Europea.

 Otro indicador, que ni empresas ni particulares debemos olvidar nunca, ha evolucionado en la misma senda positiva. Nos referimos a los tipos de interés. A finales de los años 80 el tipo de interés de España se situaba en torno al 15%, desde entonces se ha producido una rápida desaceleración aunque como consecuencia de la crisis económica hayamos visto un incremento en los intereses de la deuda pública a largo plazo que ha afectado no sólo a España sino al resto de los países del sur de Europa.

 

En 1986 el indicador grado de apertura de la economía española, es decir, el resultado de la suma de exportaciones mas importaciones dividido por el PIB era del 35%; en 1996 se llegó al 55 y en 2012 escaló la cota del 63%, el mayor porcentaje de nuestra historia.

 

Otro de los capítulos que mejor reflejan el importante beneficio que nos ha supuesto formar parte de la UE es el relativo a las transferencias de renta que hemos recibido. Las transferencias netas acumuladas desde nuestra integración han ascendido a mas de 93 000 millones de euros, habiendo pasado de los 217 millones del año 1987, hasta los 2.693 del año 2012.

 

Uno de los objetivos prioritarios de los Fondos Europeos ha sido el de la vertebración y cohesión de los países de la UE, cofinanciando un importante número de proyectos de infraestructura. Para no hacer muy extensa la relación baste con recordar que España ha pasado de contar con 2.150 kms de autopista y autovía en 1986, a 14.718 en 2012. Italia tiene 6.600, Francia 11.400 y Alemania 12.800.

 

Por último y en un capítulo no menos importante el de la I+D+i y aunque la inversión española se encuentra por debajo de la medida europea, que se sitúa en el 2% del PIB, el ritmo de crecimiento ha sido altamente satisfactorio y hemos pasado de un gasto del 0,6% del PIB en 1987, hasta el 1,3% en 2012.

 

Todos estos datos son suficientemente esclarecedores de lo importante que ha sido nuestra integración en la Unión Europea y que los que dudan de este proyecto deberían preguntarse cual sería la situación de España de no haber conseguido entrar en este selecto club de naciones occidentales.

 

Frente al euroescepticismo es necesario plantear la urgencia de alcanzar cuanto antes la unión política. Quizás una parte importante de los problemas que afectan a la UE y a su comunidad de países pueda estar en el rechazo al proyecto de constitución europea, que en España mereció la aprobación y que fue rechazado en varios países, sin percatarse de que al haber puesto en funcionamiento un instrumento como el euro, necesariamente tendríamos que haber concluido un proceso político para acercarnos a un modelo federal como el que se dio en su momento los estados que constituyeron a la que todavía es la primera economía mundial. Por lo tanto, ahora más que nunca, y a pesar de las dudas, de la lentitud, a veces exasperante, en la toma de decisiones y en la ejecución de las mismas, tenemos que seguir apostando por la Unión Europea.

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