¡Alto el fuego! (por Javier González de Lara)

Hoy día, en una época marcada por las estrecheces y dificultades, nos otorgamos una pausa a modo de bálsamo para recuperar el aliento ante tanto desaliento político, económico y social. Nos deseamos en Navidad lo mejor y nos felicitamos bajo el suave manto de la concordia, volviéndonos más tolerantes e incluso más solidarios.

Precisamente en estas fechas vuelvo a traer a colación los milagros del cine para recordarnos que lo que nos está tocando vivir, en otro momento de nuestra historia ya se malvivió. Me refiero a la magia de Capra para los retratos sociales y para tratar los auténticos problemas de la gente que hoy siguen siendo los mismos (sequía del crédito, el paro, las hipotecas, el recelo ante la clase política…). Me quedo con su afán positivista cargado de esperanza.

Cuando fue elegido Barack Obama en 2008, el votante medio le dio la victoria porque éste abordó sus temores más acuciantes (empleo, hipoteca, sanidad), con unas dosis de idealismo que recordaban el espíritu reformista de la Depresión, el largo declive que siguió al “crash” bursátil del 29. Aquella época, que guarda importantes paralelismos con la actual crisis, perdura en nuestra memoria gracias a Frank Capra, el gran director que rodó /Qué bello es vivir//,//Juan Nadie//,/o /Caballero sin espada/, películas que inmortalizaron al ciudadano honrado frente a la Gran Depresión. En Navidad suelen reponer estas historias de inquebrantable superación.

Incluso en días pasados una cadena de televisión de ámbito nacional, volvió a deleitarnos con la reposición345 de/Lo que el viento se llevó/, como presagio de lo que fue y dejó de ser. Las cenizas de una sociedad que se miraba en su ombligo como en su ridícula banalidad sureña. Una dura realidad marcada por la guerra que puso fin a un modelo caduco y desfasado, por injusto e improductivo. Salvando las distancias, algo similar a lo sucedido en nuestro país y que la ciudadanía ha empezado a darse cuenta. La película nos recuerda que ya se acabó la fiesta y que hay que reinventarse una vez más.

Como de esfuerzo se trata, nuestro nuevo y flamante Gobierno va a tener que emplearse a fondo. Y nosotros también. A modo de receso navideño nos aferramos a que las previsibles decisiones que tenga que adoptar, no nos amarguen los turrones. Aunque tengamos un posible y anhelado alto el fuego hasta el 9 de enero, sabemos que lo que viene, resultará duro para la sociedad española. Difícil por el contexto socioeconómico y adverso, por los sacrificios que tendremos que seguir soportando: Recuperar la confianza y la credibilidad en Europa, reducir el déficit público con una adecuada estabilidad presupuestaria, acabar con la crisis de nuestra deuda, la restructuración del sistema financiero, la reforma del mercado de trabajo, de la educación, etc.

Mucha tarea por delante que requerirá trabajo, sensatez, constancia, acierto y altas dosis de paciencia, tras cuatro años de larga crisis. Como la fortaleza crece en proporción a la carga, concedámonos en Navidad esta efímera tregua que será la antesala de un tiempo, de un periodo incierto,que a pesar de todo…será a buen seguro, mucho mejor.

Al llegar estas fechas, nos invaden recuerdos de buenos momentos en familia, vinculados estrechamente con la cada vez más lejana infancia. Por ello, el llamado /Espíritu de Navidad/ se nos hace ocasionalmente presente cuando recordamos que por entonces, con menos, éramos incluso mucho más felices.

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