En medio de una grave crisis económica que ha dejado en España el mayor nivel de paro de la Unión Europea y elevados intereses e incertidumbre en los mercados de deuda, el Gobierno del PP resultante de las urnas tiene ante sí un panorama complejo de compromisos con Bruselas de reducción del déficit y unas cuantas reformas estructurales por abordar.
Desafortunadamente, los tiempos económicos y políticos no suelen marchar al mismo paso. Por razones conocidas y una vez constituido el nuevo Gobierno, se presume que hasta el 7 de enero no se adoptarán decisiones relevantes. En este dilatado tiempo de transición, de Gobierno saliente a entrante, será fundamental la imagen que ofrezca ante la Unión Europea y sus instituciones mas importantes, el nuevo presidente del Gobierno, con un plan predeterminado de credibilidad. Influir en Europa y en sus lideres, para intentar cambiar la deteriorada imagen de España.
Además de una acertada gestión económica, nuestro país necesita una mayor visibilidad política en Bruselas y en el mundo. En los últimos tiempos, hemos estado bastante ausentes en la toma de decisiones con nuestros socios comunitarios. Así, de estos polvos, estos lodos.
El nuevo Gobierno deberá elaborar unos Presupuestos Generales del Estado para el 2012, rigurosos y con credibilidad de cumplimiento, que se presumen restrictivos. Es imprescindible también, poner en marcha un programa de consolidación fiscal que asegure a medio y largo plazo la solvencia de las cuentas públicas. A finales del presente 2011, el déficit publico alcanzará el 6,6 por ciento como consecuencia de un escenario macroeconómico menos favorable del previsto por el anterior Gobierno y por las desviaciones de parte de algunas comunidades autónomas y de la Seguridad Social. Es decir, España se excederá en 0,6 puntos del PIB del objetivo marcado.
En el 2012, el déficit presupuestario apenas bajará hasta un 5,9 por ciento, lejos del objetivo de un 4,4 por ciento del PIB, por lo que el nuevo Gobierno debe adoptar medidas ambiciosas, para poder cumplir con los compromisos de reducción del gasto, controlando con el rabillo del ojo que no se vuelva a disparar la prima de más peligrosa, la de riesgo.
El principal reto, por tanto, debe ser la recuperación de la confianza ante los lideres e instituciones económicas europeas y los mercados en general, y ante la sociedad española, en particular. Confianza y credibilidad, en mayúsculas. Creando un clima favorable a la inversión y al mantenimiento de nuestro tejido productivo. Un escenario aún inexistente de apoyo a las pequeñas, medianas empresas y autónomos, auténticos pilares del empleo en nuestro país.
El pasado 10 de noviembre la comisión Europea presentó sus previsiones económicas de otoño, en un contexto de pérdida de la serenidad y deterioro de la crisis de deuda de la Zona Euro. En líneas generales, plantea que los últimos acontecimientos vaticinan un freno al proceso de recuperación económica y estima un crecimiento de dicha Zona Euro del 1,5 por ciento este año, frente al 0,5 por ciento del año 2012. España aumentará previsiblemente su PIB en un 0,7 por ciento tanto en 2011 como en 2012, insuficiente para recuperar el pulso económico y generar empleo.
Por consiguiente, la recuperación económica no se presume rápida, ya que España deberá realizar un esfuerzo fiscal importante para cumplir con los objetivos del 2012 y 2013. el futuro crecimiento se verá duramente afectado, si persiste la contracción del crédito para las empresas y las familias con un consumo privado bajo mínimos.
Margen estrecho para el nuevo Ejecutivo. Le deseamos fortuna y sensatez en sus decisiones, a la vez que capacidad para recuperar el diálogo perdido. En los últimos años, se ha practicado un poco de dialogo político, social e institucional en España, olvidándonos que en democracia convivimos gracias al desacuerdo. El mas eficaz vehículo de entendimiento es el consenso. Con estas premisas, recuerdo la cita de Aristóteles: “No hace falta un Gobierno perfecto; se necesita uno que sea práctico”.
