Seguridad, transparencia y lealtad: UE-Marruecos (por José Luis García-Palacios y Álvarez)

Son tres axiomas insustituibles y básicamente integradores, la sociedad los necesita para tener criterio recto y serio de cualquier cuestión o asunto al que queramos aplicarlos, sin exclusión alguna. En esta ocasión les pido que me permitan aplicarlo a los acuerdos comerciales con terceros países, aunque representen una burda pantomima de maquillaje de aquello que podemos entender como comercio justo o injusto, e independientemente de lo que digan esas potentísimas máquinas de marketing que son las grandes distribuidoras o superficies y grandes empresas de comercialización.

Hace pocas fechas hemos podido contemplar la enésima puesta en escena del acuerdo comercial entre UE-Marruecos, lo cual quedó, tirando de argot jurídico, visto para sentencia el 15 de febrero. Resulta sorprendente que aun con el informe de la Comisión de Agricultura del propio Parlamento en contra, por esta disposición del «vale todo», nos hayamos visto empujados hasta ese punto de no retorno, entonces empezará a reinar la incertidumbre, primero en los sectores productores afectados, a continuación en las condiciones que fijan y regulan dicho acuerdo comercial y por último, en el mercado y los consumidores. Y esto ocurrirá precisamente por la vulneración de esos tres axiomas que indicábamos al principio.

Les reitero su licencia para empezar por el final, por aquello tan difícil de comprender como puede ser la lealtad. Según la RAE, lealtad en su 3ª afección significa legalidad, verdad o realidad, a partir de ahora empezamos a complicarnos la vida, pero no debemos tener más que pedir a las tres definiciones de lealtad que las cumplieran nuestros dirigentes. Sería lo leal. Podemos pedirle a la UE y a nuestros eurodiputados que ese concepto, que es tan necesario para todos nosotros, se tenga presente en toda negociación que afecte a sectores productores de Europa. Tengo la seguridad que ese tipo de reuniones deben ser tediosas, tensas y nada agradables, pero las instrucciones en este sentido han debido ser otras. La imagen de unidad en la UE, hoy por hoy y a duras penas, solo la otorga el EUR, contra más en la cuestión agrícola, donde la disensión es patente, todos estamos en desacuerdo con todos, solo coincidimos en que estamos en desacuerdo, pero cada uno por motivaciones bien distintas. En el concreto caso de Marruecos la diferencia es notable, así como los Popes de la UE dan la bienvenida al mismo, la periferia productora mira con recelo y pavor las posibles consecuencias.
Los recursos productivos a un lado y al otro del estrecho de Gibraltar son exactamente los mismos, solo necesitamos agua, tierra, mano de obra y el cultivo en sí mismo. Aun así, la diferencia existe y es más que patente. No pretendo dar lecciones de humanidad a nadie, así que si en Marruecos su gobierno estima que un trabajador debe cobrar por debajo del 10% del sueldo diario de su homólogo europeo, con todas las percepciones sociales que se les brindan, son muy libres de hacerlo, estemos de acuerdo o no.

Pero es bien distinto que no tengan en cuenta ni penalicen actuaciones sobre los recursos hídricos, el uso más o menos eficiente de los regadíos, la calidad de las aguas o el reciclado de las mismas, el impacto en el medio de vertidos procedentes de lavados o escorrentías, o ni siquiera organización administrativa al respecto. Nos insinúan, con este tipo de acuerdos, que tampoco los tengamos en cuenta como consumidor. Poca transparencia.
Pero continuamos y no observamos medidas de seguridad alimentaria, de trazabilidad, sospechamos con fundamento que las prácticas fitosanitarias campan a sus anchas, sin limitaciones aparentes ni oficiales, al menos no como las europeas, por tanto, no prevén las posibles consecuencias para la salud humana, animal y ambiental. Si además tratamos de no herir sensibilidades en estas importaciones que nos hacen y nos harán, evitando establecer comprobaciones analíticas, como las que se realizan a todo lo que se produce, cultiva y viaja desde España a Europa, por ejemplo. Si a pesar de esto, siguen creyendo en Bruselas que de esta forma se llegará al equilibrio comercial entre la UE y Marruecos, argumento esgrimido por las partes, y que esto permitirá una mejor convivencia entre los vecinos, me temo que les han vuelto a tomar el pelo, a costa de nuestra seguridad como consumidores y de la viabilidad de nuestras explotaciones como productores. ¿Donde está la seguridad?

Me cuesta trabajo pensar que esto sea naturalmente así, existen otras razones que posibilitan este despropósito, por aquellos que apoyan con su acción, o por quienes con su ausencia bendicen todo lo expuesto. Estos últimos se jactan de estar muy presentes en cualquier fiscalización en suelo europeo, otorgando con su verde justicia, bendecida por los estados, la bondad o maldad de tus actividades como agricultor, dependiendo si estás a un lado u otro de la balanza, comercial claro. Con estas reglas no sirve ser más competitivo, se debe competir en igualdad de condiciones, ciertas cuestiones no se pueden poner en juego. Y mucho menos a la sociedad.

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